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¿Mis ojos? Trozos de infinito.

jueves, 31 de mayo de 2012

Burgos: zona videovigilada



Una vez que ha quedado visto para sentencia el juicio por la agresión a Sergio Izquierdo González conviene detenerse a analizar alguno de los elementos que han estado presente durante todos estos años en la actualidad burgalesa: la ubicación de cámaras de videovigilancia en las llamadas zonas de ocio nocturno.
Durante la pasada semana se celebraron las vistas orales por el juicio a los encausados por la agresión a Sergio Izquierdo el 26 de diciembre de 2010. Unos dramáticos acontecimientos que dejaron como consecuencia a un joven de 18 años en coma y a dos de los imputados en prisión preventiva, uno de los cuales continua en situación de privación de libertad.
Desde aquel entonces el debate acerca de la idoneidad de la ubicación de dispositivos de videovigilancia ha estado presente en la actualidad burgalesa,  un debate que ha podido seguirse a través de los medios de comunicación oficiales de la ciudad.
La noche del 26 de diciembre de 2010 las Llanas fueron testigo de una pelea entre varios jóvenes, un enfrentamiento conjunto que hubiera sido como cualquier otro de los que por desgracia se registran cada noche de marcha en esta zona de la ciudad si no hubiese sido porque uno de los chavales no puede levantarse desde aquel entonces. Según se deduce de las declaraciones de testigos e imputados durante la vista oral, dos grupos de jóvenes acabaron llegando a las manos por lo que parece una nimiedad, y que sin embargo tuvo consecuencias dramáticas. Considero que aquellos sucesos han sido mediatizados por la prensa oficial y un determinado sector de la sociedad burgalesa para imponer sin cuestionamientos la necesidad de la implantación de la videovigilancia.
Una vez celebrado el juicio, y a la espera de la sentencia, conviene plantearse una cuestión de fondo: ¿hubiesen evitado las cámaras de videovigilancia que se produjera la pelea y por consiguiente la agresión que dejó en coma a Sergio? Evidentemente no, y a continuación paso explicar mis argumentos.
Situaciones como las que se vivieron aquel 26 de diciembre son el resultado de conductas repetidas hasta la extenuación en las llamadas zonas de ocio nocturno, que ni la casi militarización del espacio con despliegues constantes de policía, ni la ubicación de cámaras van a poner en freno.
Desde mi punto de vista mientras no sepamos construir un modelo de ocio nocturno alternativo o no sepamos construir valores diferentes a los del “puñetazo a las primeras de cambio” continuarán reproduciéndose escenas como las de aquella noche de después de navidad. Desgraciadamente el tiempo no tardará en darme la razón.
La reflexión sobre aquellos acontecimientos, que desde un inicio ha estado viciada por la manipulación mediática y su pretendida instrumentalización política, nos debería llevar a cuestionarnos profundamente el por qué de este tipo de situaciones, más allá de medidas como la videovigilancia que nunca conseguirán evitar el inicio de una pelea.
Soy consciente de que el mío es un argumento polémico, y que me pongo en el lugar de la familia del chaval que permanece en coma, y no dejo de pensar en la necesidad de una solución. Y sin embargo  no puedo evitar plantearme que las cámaras no van a contribuir a solucionar el problema sino que su objetivo es implantar un mayor control sobre la población, como en el más genuino de los regímenes totalitarios al que parece que nos acercamos a pasos agigantados.
Deberíamos también reflexionar sobre la capacidad de manipulación que hoy en día ejercen determinados medios de comunicación, rotativos que son capaces de utilizar sucesos sangrantes para obtener réditos políticos. Medios conformados por “trabajadores de empresas de la comunicación” como recientemente ha definido su antiguo oficio un amigo que se dedicaba al periodismo, que responden a directrices que nada deberían tener que ver con el código deontológico de quien se dedica a informar a la sociedad.
En breve las cámaras de videovigilancia formarán parte de nuestra cotidianidad sin que en la sociedad burgalesa se haya producido la necesaria reflexión sobre su uso y consecuencias.  Quizás será ya tarde  cuando esa misma sociedad burgalesa se plantee que detrás de la implantación de la videovigilancia existe una hoja de ruta oculta que durante estos años no nos han desvelado.

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